Hoy es un día importante
para la Microbiología, pero más aún para la Humanidad. Y es que hoy, día 30 de
noviembre, se cumplen 213 años del comienzo de una de las hazañas sanitarias
más importantes de la Historia. Ojo: digo una de las más importantes, pero no
se me ocurre ninguna que pueda ser más importante. Y fue una iniciativa de
España, aunque nos lo cuentan demasiado poco. Eso es muy español: los éxitos se
callan y los fracasos se magnifican. Vaya una “marca España”.
Tal día como hoy en el
año 1803 zarpó del puerto de La Coruña la corbeta María Pita rumbo al Nuevo Mundo.
En su interior, veintidós niños huérfanos con una misión que debería salir por
lo menos en las monedas de veinte céntimos. Si no en alguna de más valor. Estos
niños llevaban la vacuna de la viruela hasta las tierras de América. ¿Y dónde
la llevaban, en esa época en la que no había neveras, liofilizaciones ni esas
zarandajas? Pues dónde va a ser: la llevaban en su interior.
De dos en dos los niños
se iban vacunando de tal manera que el “fluido vacunífero” no se perdiera a lo
largo de la travesía. Y con una puntería y un cálculo tal que al llegar a
América hubiera al menos una pareja de niños con las vesículas apropiadas para
el procedimiento de la vacunación. O al menos un niño: iban en parejas porque
no se descartaba que alguno muriera.
Al frente de la
expedición el doctor Francisco Javier Balmis y Berenguer, un hombre orgulloso y
de carácter, algo mezquino pero gran científico. Como número dos, el doctor
Josep Salvany, mucho más joven y con un gran corazón. Y la joya de la corona,
la estrella de la película y la protagonista del cuento: Isabel Zendal, rectora
de la inclusa del Hospital de la Caridad de La Coruña. Esta Isabel merece un
párrafo aparte.
Isabel Zendal nació en
una familia pobre. Consiguió entrar de criada en una casa bien de La Coruña y
se alegró por ello: era el mejor puesto al que podía aspirar en aquella
sociedad. Por suerte (para ella y para la humanidad) su madre, muerta por la
viruela, se había empeñado en que, de pequeña, Isabel aprendiera algo de
números y algo de letras. Esto la convirtió en rectora y la llevó a ser pieza
clave en esta locura de viaje.
Imaginaos: veintidós
niños, un Nuevo Mundo que cada vez soltaba más las amarras de su madre patria,
virreyes y virreyes, unos encantados con la vacuna, otros escépticos, otros
directamente críticos que no pararon de poner zancadillas a la misión. Barcos a
América, tormentas, marineros, piratas, naufragios… Y en el centro de todo, una
vacuna que salvaría millones de vidas si conseguía expandirse. Cuando Jenner se
enteró de esta hazaña llevada a cabo por el gobierno de Carlos IV dijo: “No imagino que los anales de la Historia
hayan aportado un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como este”.
¡Anda! Se ve que Jenner y yo somos de la misma opinión, en vista de cómo
empezaba este POST. No me extraña: es que el que vale, vale.
POSTdata: Este
entusiasmo con el que os hablo de Isabel, de Balmis o de Salvany, que parece
que los conociera, no es casual. Acabo de terminar una novela maravillosa que
cuenta esta historia y siento a los protagonistas muy cercanos. La novela es de
esas enganchantes que en cuanto la empiezas no la puedes soltar. Se trata de “A flor
de piel”, de Javier Moro. Aprovecho para
agradecer a la profesora Carmina Rodríguez que me presentara esta novela y
también lo que ella ya sabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario